Entrevista exclusiva a Fernando Cortizo
El director reflexiona sobre los diez años de ‘O Apóstolo’ y el legado de la película en la industria de la animación.
En una entrevista exclusiva, el director Fernando Cortizo nos sumerge en su experiencia de los últimos 10 años desde el estreno de “O Apóstolo“, una película animada que ha dejado una huella profunda en la industria cinematográfica española. A lo largo de la conversación, el realizador comparte sus recuerdos, sensaciones y aprendizajes relacionados con esta obra que inicialmente enfrentó dificultades, pero que ha ganado reconocimiento a nivel internacional. Desde la mala suerte en su lanzamiento hasta los problemas económicos personales que lo afectaron, el director confiesa que durante mucho tiempo evitó volver a ver la película. Sin embargo, un giro inesperado en forma de una invitación al Festival Internacional de Animación en Annecy, Francia, cambió su perspectiva y lo llevó a apreciar la influencia duradera de “O Apóstolo”. Además, el artista reflexiona sobre las escenas más desafiantes y memorables, cómo el miedo y la animación se entrelazan, los errores inevitables en la producción y su visión del panorama del cine animado en España.
¿Qué recuerdo y qué sensación te deja “O Apóstolo” luego de 10 años de su estreno?
La verdad es que durante varios años (seis o siete) no quise volver a ver la película ni nada relacionado con ella. Los recuerdos que me traía eran negativos, a pesar de la gran cantidad de premios que consiguió. Toda la mala suerte en el estreno, la estafa de la distribuidora que se quedó con toda la recaudación y los problemas económicos personales que aún arrastro a día de hoy hicieron que verla me generara un poco de ansiedad.
Hace un año, cuando comenzamos a plantearnos la celebración de los 10 años, fuimos invitados a ANNECY Francia con motivo del Festival Internacional de Animación. Aquel viaje me hizo cambiar la perspectiva de la película. El museo de Annecy adquirió los muñecos de Apóstolo para su colección y programaron una proyección nocturna al aire libre. La verdad es que mi sensación era que nadie se iba a acercar. ¿Quién querría ver una película olvidada de hace 10 años? Pero lo que ocurrió aquel día cambió mi manera de ver la obra. En primer lugar, ver a mis personajes en una vitrina al lado de los muñecos de Jan Svankmajer fue un grandísimo honor, agradezco mucho al museo. Y por otro lado, cuando me acerqué a la plaza a presentar la película y me encontré una explanada llena de gente sentada en el suelo esperando para verla, me di cuenta de lo viva que seguía y de cuánta gente estaba deseando verla en diferentes puntos del mundo. Eso cambió mi manera de verla y de valorarla, y decidimos ponerla en abierto en nuestra web para que cualquier persona desde cualquier lugar del mundo pudiera verla. A día de hoy, me siento muy orgulloso de la película y del equipo que ayudó a construirla. Creo que es una película que ha pasado los años y que aún es una pieza que merece más recorrido.
¿Cambiarías algo de tu película?
Como director, al menos en mi caso, una película es una obra en constante construcción. Nunca tienes el tiempo ni el dinero suficiente para hacer todo lo que te gustaría, y aunque algunas secuencias fueron eliminadas por falta de presupuesto y otras las hubiese rodado de otra forma, la película ha sido el resultado del trabajo de multitud de artistas que desde los más pequeños detalles han aportado su punto de personalidad y que han construido unos personajes y ambientes que han cobrado vida y que son así, como los vemos en la película, con sus aciertos y sus defectos, pero que entre todos componen un universo único e irrepetible. Así que no, no cambiaría nada de la película.
¿Recuerdas cuál fue la escena más desafiante o memorable de la obra?
A nivel dificultad técnica, una de las más complicadas fué la secuencia de la entrada en la taberna de Xanaz. Una secuencia animada por Kristen Vanden Bussche (Frankenweenie, Boxtrolls, Pinocho) quien, durante casi tres semanas, tuvo que animar a diez personajes en un largo plano en movimiento . Fue compleja a nivel técnico y Kristen la resolvió con mucho trabajo. Pero si tengo que quedarme con una secuencia siempre comento que mi favorita es la secuencia en la que los tres sacerdotes y el doctor están debatiendo frente a la cama de Ramón. La secuencia fué animada por Matias Liebrecht (Isla de los perros, Kubo, Pinocho). La expresividad, el juego de miradas y el lenguaje corporal de los muñecos, a mi parecer, la convierten en una de las mejores secuencias jamás rodadas en stop motion. Aún la veo a día de hoy y no me puedo creer que esos muñecos no estén vivos.
En “O Apóstolo”, el protagonista se enfrenta a diversas situaciones escalofriantes y sobrenaturales. ¿Alguna vez has sentido miedo o te has asustado con la animación?
Creo que la animación genera unos miedos más subconscientes. El hecho de ver unos muñecos que se mueven y hablen siempre ha generado cierto desasosiego (ahí tenemos toda la tradición de los ventrílocuos). Creo que a nivel general no se trata tanto de generar miedos o pequeños sustos, que al fin y al cabo se planifican con las mismas reglas que el cine de ficción. La animación oculta algo más misterioso e incomprensible, que enfrenta subconscientemente al espectador, a lo irreal de que muñecos inanimados cobren vida y personalidad. Si la película y la animación consiguen meterte en la historia hasta el punto de que olvides que estás frente a personajes animados, creo que puede generar el mismo terror que una película de ficción.
Un director tropieza con varias piedras antes de llegar al resultado final ¿Qué errores cometes en tus producciones que no puedes evitar?
Mi mayor problema es que soy inconformista tanto con el resultado como con los guiones. Repaso una y otra vez las secuencias, los diálogos, las expresiones, llegando a querer contar cosas que la mayoría de espectadores ni siquiera van a llegar a detectar. Me gusta jugar con pequeños detalles en los ambientes, en decorados o en los gestos de los personajes. Al final ralentizan mi manera de trabajar, y que, en su mayoría, nadie percibe. Cuando, de vez en cuando, uno de los espectadores me comenta o me pregunta por alguno de esos detalles siento una emoción muy grande. Quizás sea un error de tiempo, pero como bien dices no lo puedo evitar en cada una de las obras que hago.
La distribución de películas independientes a menudo puede ser complicada. ¿Qué aprendiste de tu experiencia con la distribución de “O Apóstolo” y cómo ha influido en tus proyectos posteriores?
Lo que aprendí puede ser muy desesperanzador o muy liberador según se mire. El cine es un negocio al que no todos podemos jugar. El reparto del pastel está hecho antes de empezar a rodar y, si eres director independiente, ten seguro que tu pago va a ser emocional si consigues ganarte al público. Si te vas a dedicar a esto por dinero vas por mal camino. Pero cuando digo esperanzador o liberador me refiero que al mismo tiempo, cuando te das cuenta que estás tratando con tiburones que lo único que buscan en ti es ganar (ellos) dinero, te hace ver el cine con mayor pasión y dices para ti “voy a hacer lo que me dé la gana”. Recuerdo cuando estábamos rodando el Apostolo que se interesaron por la película varias compañías internacionales (que no voy a citar, pero sí, de las grandes), y todos sus comentarios eran: ‘¿Porque no pones una joven en el pueblo para tener un romance con RAMÓN y darle ese punto que siempre gusta?, ¿Por qué no pones una mascota graciosa, no sé un ratoncito o un perro que acompañe al personaje y le dé momentos de comedia?,¿Por qué no eliminas las referencias a la iglesia? Eso no va a gustar…’
Y así numerosos comentarios que sólo mostraban que no sabían de que quería tratar la película. (Creo que hoy en día la obra sería mucho más entendida). Sea como fuese, es posible que si hubiese cedido a aquellas concesiones la película habría sido un éxito y sería famosa en todo el mundo, pero lo que sí que sé es que no sería O APÓSTOLO y yo a día de hoy me sentiría mal de haberlo hecho. Así que mi consejo es que si quieres rodar y contar tu cine debes prepararte para hacerlo con pocos recursos y sin esperanzas de vivir bien. Es el pago que debes hacer para ser independiente. A día de hoy, estoy en tres proyectos y todos van en esa línea, no vivo, sobrevivo del cine, pero duermo como un niño por las noches.
Antes no había tantas oportunidades en el mundo de la animación. Si tuvieras que empezar ahora de nuevo ¿En dónde pondrías tu energía?
Volvería a hacer cada paso que hice. Para mi el Stop Motion es la técnica total. Mezcla a la perfección el cine de animación con el cine de ficción, las texturas, la artesanía, los decorados, el poder tocar con tus manos, oler los materiales, escucharlos…
Volvería a poner todas mis energías en el stop motion, y sabiendo lo que sé ahora; lo hará incluso con más entusiasmo. El Stop Motion es perfecto.
Luego de tu experiencia con la película, ¿Qué elementos tenés que tener seguro antes de empezar un nuevo proyecto?
A nivel artístico, seguir con mi manía de revisar una y otra vez cada secuencia, tratar de que cada una de las secuencias funcione como un pequeño corto y que la parte visual cobre la importancia que debe tener. Es decir, tardar lo que haga falta hasta que la película sea una realidad en tu cabeza desde el minuto uno al último. A nivel económico, tratar de ser realista con lo que vas a poder tener, pero no pararte si no lo logras a la primera. Ser insistente y luchador, y sobre todo tener capacidad de adaptación para convertir las carencias en cualidades que te hagan diferente. O Apóstolo es una película que puede competir en calidad con cualquiera de las películas top como las de Laika y Aardman, pero que costó entre 10 y 20 veces menos.
¿Cómo crees que ha evolucionado el panorama del cine animado en España durante estos últimos años? ¿Cuál crees que es la huella que ha dejado tu película en la industria?
El cine animado en España ha dejado algo muy triste. Tenemos quizás una de las mejores generaciones de animadores y técnicos del mundo que en su mayoría se tiene que ir a trabajar al extranjero por la pobre apuesta de instituciones y productoras hacia este sector. La animación española podría ser puntera en el mundo sin ninguna duda. Mi película no sé qué huella habrá podido dejar en la industria, desearía que con los años pueda ser más visible y se piense en ella como un proyecto honesto, que puso toda la carne en el asador, con un equipo de artistas increíbles y realizada con muchísimo cariño.